El poeta Jalal Al-Din Rumí (siglo XIII) exclamaba:
las almas, arrebatadas de éxtasis, danzan,
la bóveda celeste, a causa de ese Ser, danza.
Te diré al oído hacia donde conduce su danza:
Todos los átomos que hay en el aire y en el desierto
-compréndelo bien- están enamorados
como nosotros, y cada uno de ellos, feliz o desdichado,
se encuentra deslumbrado
por el sol del alma incondicionada.
Una sesión de Biodanza es una invitación a participar en esa danza cósmica de la que habla el poeta sufí. Esta afirmación tal vez resulte sorprendente dentro del melancólico panorama socio-político de nuestro tiempo. En un mundo como el nuestro, de hambre y genocidio, de tortura y delación, en un mundo de abandono infinito, ¿cómo es posible ponerse a bailar?.
Mi propuesta no consiste sólo en bailar, sino en realizar ejercicios específicos, inspirados en el significado primordial de la danza, estructurados a partir de gestos naturales del ser humano cuyo fin es activar las potencialidades afectivas que nos conectan con nosotros mismo, con el semejante y con la naturaleza.
Estracto del libro Biodanza. Rolando Toro.